La noche ha llegado a mí
con su manto de nostalgia:
me abraza con su sombra
tímida y temblorosa,
como con espantos.
Yo me profeso, de pronto,
agotado, desfallecido;
de ilusiones deshecha mi alma,
mi garganta de gritar tanto.
Ya no hay faro que nos guiare
por los misterios del mar
para guiar a nuestra barcarola
hasta el puerto de brisa egregia,
de risas y carcajadas,
de banderolas y chalanas
que alegraren nuestra llegada
para brindar en la taberna
de solitario puerto
con las hembras de la noche,
que cubrieren discretamente
sus vergüenzas indiscretas...
¡Ya no hay costa amiga
para tendernos
en sus arenas blancas!
Se han marchado los cangrejos
entre los riscos y las olas;
el musgo de las rocas
desliza al fondo del mar
a las estrellas que mirábanse
atónitas en el espejo
indiferente de sus aguas.
¿Qué he de hacer ahora
si el demonio de las sombras
liberándose marcha ya insolente...?
Ya no hay sonrisa franca
que alegráre al espíritu,
y en el tálamo solo hay sombras
de amores muertos desechados...
¡Todo hedores la marejada
Todo estiércol vil carcajada!
Hoy la mentira es más, hoy reina:
hay un reinado de plebes muertas
y un séquito espécimen de labias negras
que fascinan, que aturden con su esplendor...
¡Soy pescador que la mar nostalgia emana,
porque sus aguas ya son ajenas,
la prostituyen ya con mentiras,
ya con mentiras han seducido;
hoy disfruta de su oleaje franco
el extraño de ajena tierra
y mi barca se ha disipado
en el naufragio
de ilusiones muertas...!