Dulce sonido me envuelve, elevando mi alma.
Extiendo mis alas y comienzo placidamente a volar.
Variados paisajes se cruzan en mi camino, llenos de colores y de fragancias.
Un torrente a lo lejos observo, acercándome puedo reconocer el río impetuoso de mis deseos. Profundo, oscuro, misterioso, tranquilo a tratos, con corrientes inescrutables. Placentero zambullirme en sus insondables aguas y nadar libremente. Fuerza motriz de mi ser inquieto.
Un rumor se hace presente y reconozco el sonido familiar de una caída de agua. Me dejo llevar por la corriente hasta encontrarme con la cascada majestuosa de mis sentimientos. Metros de caída libre al vacío de mis entrañas. Deleitable, indescriptible espectáculo el cual contemplo. En su caer choca a su paso con las rocas fuertes de la experiencia, que se han oscurecido con el pasar del tiempo, cubiertas con el limo resbaladizo de la realidad.
Después de largo observar, retomo mi planear interno hacia mi corazón amante.
Ahí te encuentro. Dormida plácidamente en el rincón más cálido que poseo, arrullada con los acordes de mi rítmico latir.
Temo despertarte, acaricio tu frente besándola dulcemente. Oigo tu respirar sereno, produciéndome una gran ternura. Es mi corazón tu lecho, tu casa, tu guarida donde sólo tú y nadie más que tú tienen derecho a reinar, vivir, amar, porque así lo he decidido. Me abrazo delicadamente a ti y me uno a tu mundo onírico. Dulce amor de mi vida, gracias por existir, gracias por estar. Gracias por calmar el río apasionado de mis deseos y ser el arco iris que produce la cascada de mis sentimientos.