Despuès de una cena exquisita y por añadidura romàntica
entre velas a medio morir como amaneceres derrotados
admiraba en mi cabeza (con mi copa de tequila en la mano)
la disparidad de nuestros gustos extraños.
Llegaste a tiempo, no lo creìa, con un vestido azul.
Adivinaste mi color favorito, despejaste mi gratitud
con un wow trèmulo pero con exceso de confianza
al mismo tiempo que tu reìas agradecida.
Las horas ¿què son sin un reloj a la mano?
hablamos de todo menos de nuestras pasiones
desatadas por deliberaciones sexuales.
Nos miramos fijamente por culpa del tequila.
Salimos del restaunrant, pedimos un taxi,
y ahi empezò la guerra de nuestras bocas,
las direcciones opuestas y bifurcadas,
un sendero exacto de mi piel sobre tu piel blanca.
El taxista nos dejò en mi departamento,
entramos graciosamente como dos extraños,
nos desnudamos con la prisa de saber que hayamos algo,
el oasis, una gota de mi sudor en tu ombligo.