Eran tus ojos jóvenes y castos,
que me golpearon mi ser y, clama;
las plegarias solemnes de tus cantos,
¡cuando alguien sólo ha dicho; que no ama!.
Corren como olas del Nilo mi llanto,
son rojos epitafios de la hoguera,
ártica muda, claustros de ese santo
que de gérmenes; verde prolifera.
¡Es mi amor una borda ruin de espanto,
un sueño patológico, que espera
su idónea difunta en su gris manto!.
Partiré por la tarde, agorera
al kundalini hermoso del quebranto
herido por tu flecha tan certera!.
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John Morales Arriola.