Y ahí estás, indeciso, tras aquel
camino de puertas cerradas.
¿Y por qué ha de ser verdad?
¿Por qué todo tiene un final?
Es él, el que te sumió en
el más absoluto silencio.
es él, el que no deja
salir a batallar
a tu ejército de palabras.
Es él, el que te puso esas cadenas
que no te permiten avanzar.
¿Y qué hacemos con él?
No somos más que unos cuantos
indispuestos a seguir viviendo
al borde del acantilado.
¿Acaso tenemos miedo, de disfrutar?