Amo la luz que nace de tus ojos
Para espantar la sombra del camino
Que ennegrece y perturba mi destino:
Esclavo, bien mío, de tus antojos.
Amo la sobriedad de tus rastrojos
Porque huelen a conuco campesino.
Amo la grandeza suma del pino.
Amo venerarte, mujer, de hinojos.
Amo sentir tus labios en los míos
Para apagar el fuego que los quema.
Amo perderme en tu selva nutrida
Del agua cristalina de los ríos,
Y sentirte cual numen del poema
Más vital y grandioso de mi vida.