Raúl Daniel

Palabras y silencios... (Espejo 142)

 

Yo tengo palabras...

pero también tengo silencios,

y te di a beberlos,

entibiados previamente por tus besos.

 

Tú eres el fuego, yo soy el agua,

juntos hacemos el alimento

a este loco amor, a este increíble amor,

tal vez malo, pero distinto y eterno,

¡justamente por todo esto!

 

No eres mía,

(nunca te quise mía para siempre),

sólo te tomé prestada de la vida,

por lo que no te quité de tus amores juveniles,

yo soy como tu padre, tu consejero,

sólo una posada en tu camino,

si fueras mi mujer, te perdería...

 

No me diste ni tu virginidad ni tu inocencia,

pero te hice mujer con mi sabiduría,

fui tu primero en muchas cosas,

por ejemplo, en abandonar tu hipocresía.

 

Te enseñé a ser activa, creativa,

a ser responsable con los demás

y contigo misma...

Renunciándome a mí mismo,

¡te ayudé a crecer!

 

Seguiste muchos de mis consejos,

(no todos, por supuesto),

pero los suficientes para dejar de adolecer,

te curaste de algunas tristezas,

comenzaste a reír más y a entender:

que no hay rosas sin espinas,

ni días sin noches,

ni luces sin sombras,

ni palabras sin silencios,

 y aumentó tu fe.

 

¡Cómo cambió esa chica!, me decían...

¡yo te cambié en ciento ochenta días!,

como nena te trajo a mí la vida,

¡y te transformé en mujer!

 

Nunca fuiste mía,

a pesar de todo el sexo y el placer,

y sé que después,

cuando lleguen los últimos silencios,

no terminará el amor,

y, aunque estemos lejos...

o dejemos de vernos...

siempre te pensaré...

¡y tú a mí también!