EL ÚLTIMO PITIDO
¡Vale!… terminó el partido,
gozaste de dar patadas,
sonó el último pitido,
no hay excusas, yo he perdido.
Ganaste por goleada.
Te quedaste con los hijos,
con el coche y con la casa,
con los muebles, el campito,
con el gato y el perrito
y el bungalow de la playa.
Y para mayor castigo
pediste que me alejaran
del entorno de los niños
cual si fuera un asesino
sin escrúpulos ni entrañas.
¡Vale!… se acabó la historia
¿Sabes cuál fue mi pecado?
Quererte como un idiota,
esa fue mi gran derrota,
ya no me importa contarlo.
Yo me he quedado en la inopia,
abatido y condenado.
Tú, ahora vives en la gloria
recreando en la memoria
tus calumnias del pasado.
Jurabas que una gran ola
de engaños y malos tratos
se adueñó de nuestra alcoba
desde la noche de bodas
y arrasó todo a su paso.
¡Vale!… Sabes que no es cierto.
Que te quise con locura,
que por ti bebí los vientos,
que llegué hasta el sufrimiento
y perdí hasta la cordura.
Si con el paso del tiempo
inicias otra andadura
de sol y enamoramiento
que te llene de contento,
de cariño y de ternura.
Ojalá que con talento,
más amor y menos dudas
no apuestes por el intento
de urdir el viejo argumento
del engaño y la ruptura.
¡Vale!… si en el andar del trayecto
se te eclipsara la luna
y te encontraras, de hecho
sin el refugio de un techo,
sin calor y sin fortuna,
abandonada a los golpes
de la mentira y la injuria,
acorralada en la noche
por amenazas feroces
de soledad y penuria,
escucha lo que te digo:
acuérdate de este viejo
que un día fue joven contigo.
Y, pese a que tu amor maldigo,
por ti apostaré el pellejo.
Viento de levante