Dime
si eres tú la que me engaña;
la que en sueños me atrapa.
Duelen
los suspiros sin dueño.
Solitario.
Mi amor navega naufragando
playas de un cuerpo desolado.
Hambruna
de caricias bastas.
Miro en mi mano
arena de tus malas ganas;
de piedras que me embozaban
de tumultos, olas y estruendos.
Anhelo
aquellas hojas de cerezo
que por tus ojos se cruzaban.
Ahora miran a mi espalda,
rehuyendo a mis lamentos.
Solo puedo
remar por estas aguas,
tormentas en las playas,
mares de tormento.
Y no quiero
sin embargo que la lluvia
te goteen las alas.
Pues mis gotas no escapan
si te veo al vuelo.
Por el cielo completo,
no llores, paloma de cedro.
Mira, que mi tronco ya muerto,
en pie termina en el suelo.
Sólo me falta
ver mis frutos en marcha.
Que mi vida no acaba
si te veo sonriendo.
Adiós, para siempre, mi cielo,
mi tierra, agua y mi fuego.
Plantaré mis semillas aquí.
Este no será mi fin;
puedo hacerme de otro cuerpo.