Todos somos guerreros de la vida;
unos más, otros menos,
y, aunque lo ignoremos,
quedan las pruebas de las batallas libradas:
¡Nuestras heridas!
Aunque seamos felices,
(que es evidencia de nuestros triunfos),
no nos libramos de mostrar al mundo
¡mil cicatrices!
El hecho es que peleamos muchas veces
sin saber contra quien o por qué,
confundiendo nuestros aliados
con el enemigo, y, hacemos las estupideces
que nos conducen a los fracasos.
Sueños hechos pedazos
por la granada de un mal consejo,
no son siempre sabios nuestros mayores,
a veces tan sólo: ¡viejos!;
o nos creemos las mentiras de la publicidad,
y caemos del “comprismo” en sus garras,
o vivimos o negamos o sentimos
cual robóticos minusválidos cerebros,
llenando nuestras casas de chatarra.
Pensar… saber pensar…
Decisiones acertadas pero que a nadie agradan…
o aceptar el camino fácil de la mediocridad.
Las alas están pegadas a nuestras espaldas,
pero no las vemos, porque tenemos cerrado el ojo de atrás.
Cuando Dios nos da la orden de marchar
decimos, “Es un trueno”,
pero si una mujer que queremos
nos dice “No”, oímos que “Quizás”.
Como ciegos no vemos los paisajes que natura da,
ni los arreboles que el cielo nos regala sin parar,
sino que apreciamos un campo explotable,
y en el cielo otro campo a conquistar.
Poseemos un sistema perfecto en nuestro cuerpo,
que nos defiende de toda enfermedad,
pero (en muestra ignorancia)
lo castigamos y abusamos de él,
hasta que no da más, y tenemos que ir a la farmacia.
Y nos van acorralando los problemas
que dejamos sin solucionar;
una pena nos hace que olvidemos otra pena,
y el futuro es una rueda marcha atrás.
Somos tontamente optimistas,
y al cumplir años decimos:¡Uno más!,
sin percibir que ese año ya es pasado
y nos queda uno menos por pasar.
Lo vemos y entendemos todo,
y nos decimos que la vida es un sueño,
¡pero no queremos despertar!