Concluyente acto de mi insólito proceder,
te dejo ir, sin darle cabida a las reiteraciones,
quizás te has percatado ya, mujer, de mis decisiones,
que ya no recurro a la búsquda de tus seducciones,
que con los días quedan más abandonadas las habitaciones
de nuestras almas, que ya no transito por los abarrales
por donde habías pintado tu nombre sobre los ingentes muros;
son incomprensibles los augurios si son duros,
se impactan y quiebran los lazos deleznables
hilvanados con los hilos del magín, las quimeras inverosímiles
tomaron forma tras los minutos del menester;
la muralla kilométrica entre los dos nos separa
e imposibilita la dualidad de nuestras conciencias,
yo, cual indigente que no puede adquirir
un cacharro suntuoso para su pupilo, te dejo ir,
como las gaviotas que pierden su longanimidad
y cada día dejan de soñar con los viajes estelares,
como la hiedra abdica a los colores espectaculares
de los pétalos en las flores, como el adulto dimite su niñez,
así, reculo yo a mis quimeras de estar contigo en mi vejez.