La noche embiste en sus puñaletas de aire, la estocada es un descargo de aliento a la penumbra. ¿Ves brillar a las cállenlas frente a ti? Desvía el estupor que te cunde, desvíalo con un golpe en el seño; y decidte de los hombres abatidos como moscas en las fauces de la Venus, suplicando de rodillas a espejismos arrumados… Esa flor superficial que te ilumina; descuélgale los parpados, cual telones de obra falsa.
Ahora fíjate, del aspecto triste, del silencioso desnudo, cuando al encender candiles la triste noche vierte su manto de sombra en dicha plaza.
Vuestras altas sociedades no sabrían que hacer al calzarse tantas desesperanzas, vuestras madres fruncirían su rostro ante el pudor de mujerzuelas, que han corrido el maquillaje tras canciones en harapos… mientras; la luna brilla de admirar a ninfas que se acomplejan de entibar con cada beso las paredes de un bolsillo… Mientras, se vierten realidades en forma de pesadilla y la prole suple el hambre entada a la memoria temporal. “Burgueses” fanfarrones de su mierda que arponean con la mirada, que adulantes alabanzas cubren cruces designadas por las estigmáticas razones que en pie los mantiene y ego alza.
He cruzado a la plaza de mercaderes como un faro ajeno… tan ajeno como alimentar caprichos y sufrir de rebuznar complejos. Tan amigo como el surco de una vida que se impregna en el blandir de su contexto amordazado… y como siempre la clásica pregunta; ¿qué será de los niños que sus sonrisas penden de estrellas?, Quien precisaría en la hermosura de los nidos de estiércol, sin saber que anaquel de huevos de oro fuese, como el hipogeo de un recuerdo sin saber a qué tristeza pertenece. Y como siempre; tristemente es recuperar un recuerdo oscuro como recaudo de encontrar viejos amigos en tu contra.
Esta noche no ha sido como otras; en que simple y llanamente…
Son las fauces del tártaro quienes hacen sarpullidlo en mi cabeza.