Entre horizontes intensos de lluvia,
y nubes de aflicción cargadas de tinta,
colorea las horas vestidas de ausencia,
al son de las campanas de su memoria.
A veces florecen primaveras en sus manos,
en un bosque de palabras que no entiende
y siempre que amanece toma un rayo de sol,
entre tantos pétalos deslucidos de esperanza.
Enciende las horas más queridas para ella
cuando en la soledad camina sin rumbo,
a través de una multitud de recuerdos
en un tiempo que ahora se desvanece.
Campanadas de medianoche
entre largas noches de insomnio,
paisajes de flores heladas de invierno
y acuarelas de una elegía que susurra en el viento.
Cree verle en los atardeceres de la inconsciencia,
lleno de bondad entre la brisa que le acaricia.
Cree verle entre la gente que huye de la lluvia
y a veces cree tocarle antes de que desaparezca de nuevo.
Perdida en el bosque dormido de la memoria,
tras la estela de un amor eternamente infinito,
colorea el otoño de sus ojos en su solitaria noche,
donde quizá entre la vida y la muerte solo haya un suspiro.