He oído tu voz. Me ha parecido
como quieta palabra, una alegría.
Y no sabiéndo más de tu agonía,
entre tu amor me he visto compungido.
Porque mi sed de ti se ha revivido,
doy al sentido su señal más fría,
como si se tratase todavía
de un origen estanco y consentido.
No me nubla de imagen tu hermosura,
No me dejas latiéndo en tu sonrojo.
Ni me infringes en huella siempre pura.
Como si así te viera, te recojo,
te inicio, te comprendo en tu blancura,
y me sorprendo y, ante tí me alojo.