El dulce céfiro, en la noche llega blando
y suave a tus niñas, de cristal plateado
las nubes son cabello al viento en la playa
que alzan en silencios mis temerosos besos.
Melancolía triste, me abraza en el viento
con la brisa pérfida de las arenas fugitivas
con la brisa tibia de tus cabellos y tus labios
que despiertan el profundo y distanciado amor.
Te llevo dentro como un infierno sublime
donde arden mis esperas y mis sueños
ven, embrújame en las llanuras de tus féculas
para ver tus blancas y sedientas celosías.
Repréndeme con tu meloso y musitado amor
abrígame en tus mandolinas hechiceras
y en las ánforas que cantan al preciado amor
más allá de la inmensa y fugitiva amapola viva.
Dame el torrente esplendoroso de tus ansiados besos
donde yo fenezca y resucite con el amor soñado
y me funda en ti en los maizales de tus besos
y en las harinas de tu piel descalza.
Las sombras del foso prefiero antes que perderte
fécula mía, de mis molinos y trigo de mis trigales
ven a mí, delirio mío, muramos en el fin del mundo
para esquivar de este suplicio donde
mi alma en llanto frío y entre la rejas cautiva,
y en donde mis altares lloran
por las cadenas malditas que se transforman
en mis adentros por un amor sublimado
y tan lejano que en mis venas y en mi sangre
todo mi pecho se consume en volcanes de miseria.