No quiero ir al cementerio,
no quiero pisar esa tierra
que se llevó tu cuerpo,
que absorbió mis lágrimas
y se llevó mi alma.
Allí quedó parte de mi enterrada
cuando en el último adiós,
con el alma desesperada
comprendí que jamás
regresarías a mi mirada.
Pero ahora sé que no estás allí,
que solo yace una caja vacía,
que estás aquí,
en cada recuerdo,
en cada acción mía
producto de tu esperanza.
No estás allí,
estás aquí,
en este ejército tuyo
que corre por mi sangre
y la sangre de mi sangre.
Aquí estará siempre
tu amor a la tierra,
tu mirada ausente
viajando más allá de lo obvio,
siempre, siempre
entre nosotros,
en estos silencios heredados,
en el amor a la soledad
con el alma en el campo,
en este andar campesino
devorado por el asfalto.
Estás aquí,
nunca te irás
y no será un triste cementerio
quien se llevará tu recuerdo.