Ya las hojas de fuego se envuelven
y el color en cascadas se integra;
la pupila agradece y se alegra
y los lagos la fiesta devuelven.
Desde el tenue y ligero amarillo
hasta el rojo encendido e intenso
con su manto sublime y extenso
el otoño despliega su brillo.
Mas aquello que vida parece
desbordando alegría infinita
a la hoja su alma marchita
y ya mustia en el viento se mece.
Una digna respuesta a la muerte
Es beber de la vida el tesoro
Es ponerte tu túnica de oro
Y mostrarle que aún eres fuerte
Es la esencia de vida heredada
Y las hojas del bosque lo entienden
Pues después de que todo lo encienden
acolchonan la tierra dorada.
Desde el suelo final, desde el viento
Desde allí, con sus voces calmadas
muchas hojas heridas, quemadas,
te dirán con su último aliento:
Hoy yo muero, mas bello es mi ocaso
porque sé que después del invierno
nacerán brotes verdes y tiernos
de este árbol cuyos pies abrazo.