En el fiordo mas austral
de mi patria,
escondida del mundo
y en la soledad
más profunda,
bañando sus cenizas
la encuentro.
Me dice:
Que la quilla de los barcos
romperá la costra
que éstas dejen…
sobre las aguas
prístinas y frías
del Cabo de Hornos.
Me pregunto:
¿Si sus cenizas
dejan costras,
que dejarán las mías?.
No existe frío
en estos desamparos,
raros calores
confunden nuestros cuerpos,
exultados y felices
jubilosos y abrazados
observando el confín.
Quedaron atrás
los tiempos de espera,
los ruidos ensordecedores
de tráficos y motores,
edificios, calles, barrios,
multitudes gigantes
que atrapan y obligan,
a sentirse sola.
Llega la noche,
hablamos con los luceros…
la luna será nuestro fraile
testigo el firmamento.
¡Bendecidos por los dioses
viviremos nuestro amor!