Para saber de cada cosa, hay probar de la otra
-eso ella le dijo, mientras lo miraba fijamente-;
después de tomarse las manos, ambos rezaron
un beso bíblico, que atravesó la noche entera,
la luna, hizo de altar para bendecir a la pasión,
cada estrella se alzó en vuelo de paz, de fiesta,
dominando toda la madrugada solamente ellos;
habían alcanzado un deseo fugaz en el corazón
y lo volvieron, para ser felicidad, dicha eterna.