Dejé mis manos extendidas
y miles de versos en el tintero.
Había un te quiero entre los labios
y un beso sin resabios.
Solo necesitaba un poco de tu lluvia,
un mimo sabor a chocolate
o una rosa que viniera al rescate
de esta ilusión tan desabrida.
Pero es que para mí
nunca hubo aniversarios,
ni dulces, ni joyas, ni presagios,
que me anunciaran un amor fantástico.
Esa fortuna
siempre estuvo lejos de mis manos,
con sabor a eterna despedida
y con un sentimiento
que no pasa de los labios.
Alguna vez quise una fogata
a la orilla de la playa
o una cabalgata en la montaña.
Luego, no importaba
ni tiempo, ni distancia,
solo quería el regalo de tu palabra.
Pero ella se fue,
se hizo efímera en su llegada
y triste estrella fugaz
que ya no respiraba.
San Valentín fue una promesa vana,
un decir para evitar
el silencio entre palabras.
No hubo San Valentín,
ninguno quiso su llegada.