Siempre quedan espinas
entre las rosas marchitas
como también quedan esquirlas
en los campos de batalla
nada queda igual
después de tanta ira
cuando el amor se acaba
y la guerra termina.
Pero queremos el amor
a pesar de sus heridas
y llevamos su dolor encerrado en las gargantas
y no queriendo la guerra
matamos la vida
dejando una profunda zanja
en nuestra esencia más íntima
y jamás será la misma
que cuando el amor no estaba
y la guerra no era
más que utopía.
Pero deseamos el amor
cifrando en el la esperanza
y queremos volver a creer
cual si fuera una caricia
pero siéndolo es ardor
en el pecho y en el alma
pues lo seguimos matando
pero ahora en la guerra fría.