En una caja vieja, vacía y olvidada,
bien al fondo de su rústica madera
donde ni la luz de la noche llegaba
se escondía un pedazo de luz nueva
sin estrenar, sin uso, sin tener nada.
¿Cómo es posible que aún existiera?
la misma pregunta respuesta llevaba
implícita pues aunque una luz fuera
alguien debería darle sentido, ganas;
de lo contrario, otra sombra muerta
importaría para sumarse en esa caja;
la caja, que resulta bomba de fuerza,
era un corazón amargado de hojalata
y, la luz, ilusión de ser una vez cierta.