Nuestra casa es un terreno,
en el que Dios siembra amor,
y se cosecha la flor,
de amistad y simpatía.
Aquí se trabajan los días,
con valentía y esfuerzo,
para producir semillas,
que sirvan para otros huertos.
Queremos que no sea desierto,
en ningún tiempo este estrado,
lo tendremos siempre arado,
dispuesto para sembrar.
Será siempre oportuno,
acercarse a nuestra parcela,
donde Jesús allí espera,
un caminante errabundo.
Queremos que bendiga Dios,
los frutos de nuestro lar,
para que podamos dar,
de lo mucho recibido.
Has que sean bienvenidos,
a nuestro hogar los demás,
y que solo aquí se hable,
de tu amor y santidad.