Te mataste, con cada beso que dejabas que se pierda en el atardecer, con cada caricia hacia el aire frio de media noche, con cada mirada para el joven y atrevido amanecer, con cada palabra que susurrabas al viento de otoño, te mataste con cada traición, beso, caricia, mirada y palabra que dirigiste hacia tu cruel amante, el destino, que se empeñó a seducirte, solo para alejarte de mí.
Aunque creo que yo tengo un poco de culpa, al haberle hablado de tus besos, que con tus labios color rosa roja que robas la vida, beso tras beso; al hablarle de tus caricias, que arrancan la piel, y me ibas dejando desnudo, expuesto mi ser interior; al hablarle de tu mirada, que detiene el tiempo, ya que se queda contemplando tu belleza, al contarle de tus palabras, que son signos de tu ser que aún nadie puede descifrar.
Te expuse ante el ser más ruin y despreciable, y al igual que yo, se enamoró de ti.
Y a hora a hecho su jugada, y te atrajo a su juego, y perdiste, porque te mataste, te mataste porque me traicionaste y prefiero la muerte a aceptar tu engaño.
Moriré, pero tú no me mataste, tú te mataste, ya que yo soy tú…