No latió el corazón;
sin embargo, el recuerdo sí se removió
y la desesperanza,
pero más fuerte retumbó en mi centro
tan frio y tan hondo
la desilusión que trajo tu abandono.
No sintió dolor el alma
pero anheló esos días de felicidad efímera
que me brindo tu compañía.
Yo te amé y tú solo la pasabas bien.
No te culpo por ello,
cada quien quiere y ama
a su manera.
Hiere y mata
como bien le place.
Y tú amabas herirme
y gozabas matarme.
No entendiste mi sufrir
Mis lágrimas te eran extrañas.
Me hundí por un momento
en esa sensación parecida al miedo,
a la zozobra, esa sensación
que casi carcome mis entrañas
me impelía al impulso de salir corriendo.
Estaba en mi territorio
y llegaste como invasor.
Se presento el conflicto
e hice acopio de concentración
no podía darme el lujo de temblar,
de espetar inseguridad.
Había ensayado a solas aquel momento.
Pero toda emoción ceso
cuando sin darme cuenta
habías abandonado ya la habitación.