Tanto en ti pienso y tanto me abandono,
que ya no soy yo quien respira al pensarte,
sólo una parte mía se conserva intacta
y es la que logra besarte y adherirse
a tus pechos y a tus concavidades,
la que te anuda en abrazos imposibles,
te añora y penetra todos tus deseos
en vilo, con el empeño de quien quisiera
echar raíces.
Es la parte que vibra y se abalanza,
la parte que al morir renace como el fénix,
es la parte se queda para siempre contigo.
Vuela hacia ti con suavidad de cisne,
se niega a partir y crece como la enramada,
llena de nubes tus amaneceres y toca violines
con sus vaporosas manos intangibles.
Es la parte de mí que te acompaña
cuando caminas sola en tardes grises,
y percibes su brazo en tu cintura
que nadie mas ha abrazado.
Es la parte de mí que entre las sábanas
de tus noches que parecen tristes,
y te olvidas de todo y de todos,
se te enreda cuando estas dormida,
y tú se lo permites.
Su peso, su volumen, su armadura
no son de carne y hueso, no tiene aroma,
pero ella te protegerá y pisará donde pises,
se acoplará a la curva de tu espalda,
mirará sobre tu hombro cuando escribas,
sin que nadie la vea, ni tú misma,
pero tú, sólo tú, sabrás que existe y se queda
a tu lado y en ti, un cuerpo sin forma, tan etérea
como mi espíritu, si así Dios lo decide.