Por primera vez entré.
Al entrar sentí como
nunca había sentido.
Cada piedra,
cada marca,
cada sentimiento
que, igual que yo,
siglos antes, paseaban.
La fuerza de un gladiador,
el rugir de un león furioso,
el llanto de un niño,
los juegos de la juventud,
los engaños de los adultos,
dos amantes escondidos,
la aceptación de un esclavo,
y el narcisismo de un emperador.
Yo podía serlo todo.