Te he visto desde siempre, desde nunca, desde ayer
te he visto incluso antes de conocerte
y sobre todo te he amado desde los origenes de mis látidos,
te he visto caminar por tanto tiempo
siempre sonriente, delicada y tan viva
tanto como para cometer el error de intentar retratarte
en mi pecho, mi corazón, mi alma o en simple papel
intentando dibujar una rosa o un mezquino clavel,
y es que tu presencia inunda cada rincón
y tu ternura llena hasta la parte más vacia de mi cuerpo
y no soy otro, soy yo, simplemente yo
él que te sueña, él que te invoca,
él que le pide a Dios todo el tiempo por tu seguridad,
él que desfallece ante toda tu bondad;
te he visto desde siempre, desde ayer, desde aquí
y sobre todo te he amado desde las orillas de este barco
que atraviesa con mi mirada el océano
hasta llegar al horizonte donde estas tú, donde estoy yo
muriendo de ganas por tomar tu mano,
muriendo de temor por que esto sea en vano,
y he grabado en mi cuerpo el sonido de tu voz
y me he tatuado con esperanza ese sueño tan hermoso
del día en que sea libre y te diga ¡Te amo!
con palabras tan sencillas y sin métodos absurdos
puestos en conjunto
en mi declaración de amor.