Era una mañana cualquiera
donde mis pasos me llevaban
hacia un lugar lejano en la rivera
donde un día el corazón entregaba.
Llegué cansada, casi sin aliento,
acompañada por el cálido viento
que en otros tiempos fue testigo
de nuestro primer encuentro.
Respiré profundamente
contemplando el horizonte,
sintiendo con pesar al instante
que ahora todo era diferente.
Han pasado muchos años
desde aquella primavera, me decía,
donde todo era paz y armonía,
un regalo que Dios quiso darnos.
Estación del año prolífera de vida
que nos llenó con su luz y colorido,
bajo las ramas de una encina dormida
escuché un \"te quiero\" de sus labios.
En un susurro me decía al oído
un montón de cosas maravillosas...
¡Ves de Buñol su río! pues cerca de su cauce
construiremos un día nuestro nido.
De pronto puse fin a mi ensoñación
volviendo a la realidad sin remisión,
la historia por un momento recordada
se eternizaría por siempre en mi alma.
Ahora con la soledad a cuestas
y en un día de una mañana cualquiera,
escribo unos versos con melancolía
reviviendo aquella hermosa primavera.
Primavera Divina, llena de esplendor,
revestida de un futuro prometedor;
verde de esperanza, plena de amor,
primavera... ¡de mi vida la mejor!
Fina