Tu ser estriba sobre mí ser, como el haz de una flor que no ha de perecer,
la fuerza divina elogia y bendice tu presencia,
querubines sonrientes reciben el llamado, que la dama más hermosa ha llegado,
los minutos se hacen horas, y no contemplo a esa mujer que mi alma añora,
Ahí estás tú, encima del sonido,
que poco a poco de mi alma escapa,
con tus manos detienes, la esperanza de un amor valiente,
le das fe y esperanza, a la triste vida que en la oscuridad descansa,
el sonido de tus palabras no las oigo pero las siento,
como se siente el inusitado volcán, sobre la prominencia,
quisiera ser el sigiloso músico, enamorado de sus sonetos,
poder tu alma alumbrar,
y con los destellos del amanecer,
poder contigo envejecer.