Recogí gota a gota la esencia tibia de tu ser, en el cáliz frágil y puro de mi insaciable boca.
El calor de tu cuerpo me envolvió, haciéndome caer en el abismo profundo de mis deseos prohibidos.
No hubo reglas, ni prohibiciones, nos entregamos plenamente, sin reservas.
Tus besos ahogaron mis gemidos, tu lengua acarició la mía aumentando su ímpetu.
Combate eterno y sagrado del amor, donde nuestros sudores se mezclaron hasta dar origen a una fragancia salobre, seductora.
Mordí suavemente tus pezones erectos, mientras mi mano ahogaba tu grito de placer.
Tus uñas se incrustaron en mi espalda, arrancándome gimoteos lujuriosos de dicha.
Tus labios recorrieron mi espina dorsal haciéndome erizar completamente a su paso. Llegaste a mis firmes glúteos, te deleitaste acariciándolos, besándolos, lamiéndolos y mordiéndolos... Me perdí en la selva indómita del eros.
No te detuviste en tu dulce tortura y seguiste relamiendo la parte trasera de mis muslos hasta llegar a mis rodillas, punto erógeno masculino, bien conocido por tu experta boca, ¡continúa, por favor!, te supliqué, como un gladiador suplica a su verdugo una muerte rápida e indolente.
Me sentía autómata, completamente dominado, deseoso esclavo de tus pasiones.
No detengas tu dulce suplicio amor, empújame en el abismo profundo de tu hambre felina.
Cual amazona experta, me convertiste en tu potro salvaje cabalgando con frenesí hasta llegar a tu meta.
¡OH diosa perfecta del amor!
¡Oh afrodita de dulces pechos!
Morir quiero en tu salvaje e indómito paisaje, siendo tu más fiel guerrero.