Gracias por haberme dejado,
tú y tus raras pasiones
me tenían desesperado
siguiéndome por los rincones.
La casa que yo tenía
revuelta con tus canciones
que de noche o de día
llorabas sin ilusiones.
Tus ojos me perseguían
en infinitos placeres
si eran tus alegrías
mirarme como tu eres.
Vete y no sigas
a rogarme mi cariño
que cada día que digas
tu piel es como de armiño.
Tan suave que te creía
al divisarte de lejos
tan rápido me parecías
gritándome tus consejos.
Sigue lejos tu camino
que yo siendo un varón
y tu un hostigoso minino
persiguiendo a este cálido ratón.