Andrea Valentina

Sobre algunos porque de la poesía

Se escribe un poema para dejar los barcos de la vida partir. 

Para tomarse una instantánea del alma, del sentimiento impalpable que se escurre 

y la espera que nadie reconoce, agua naufragando que es. 

Se escribe un poema para que su color

cuando se rompe y sangra como fruta se vuelva jugo y no otra cosa. 

Se escribe un poema cuando el sonido de una palabra te deja su eco resonando, 

como un cuerpo ceñido que estuvo, se ata, y no se desata a la memoria ni a las ganas. 

Se escribe un poema y otro… y otro más, para usarlo de escalón, de bastón, 

de lazo, de puente, de bronca, de ironía y que se yo… 

Se escribe un poema y en cada uno, una vida o un trozo de un tiempo atravesado duerme en él. 

Se hace un poema, para desnudarse y no fracturar nada, ni a nadie… 

para los bolsillos vacíos, los llenos de nada, para los reproches 

y los trigales de noche en que caes y no puedes despertar o respirar…

y contar y descontar aquello que a veces ni se sabe, no te enteras… y es mejor así. 

Porque para protestar, para no llorar y para llorar también, se escriben poemas. 

Cuando el aire es finito, para decir, agradecer, hacer justicia, para hacer el amor 

o una tierna revolución se escribe. 

 

Se escribe un poema para nacer, para renacer, para no morir, 

para tatuarse el recuerdo y no morder en la rabia, 

pero también se escribe un poema para encender la luz a una ventana abandonada, 

como grito último o primero, y para encontrarse.

 

Se escribe un poema para no morir.