Raúl Daniel

ESCORADO

 

¡Cuántas veces anclé mi navío

al sereno puerto de una esperanza!,

pero en las noches, los piratas enemigos,

envidiosos y malignos,

avanzaban a robar mi carga...

Yo, distraído por alguna estrella lejana,

dejaba hurtar mi alma...

 

¿ Por qué, desaprensivo

y aún desprovisto de toda táctica,

lo he permitido...?

No hay respuesta que consiga.

 

Hoy me arrastro en arenales,

y en mi casco están las marcas

de arrecifes y corales...

escorado... velas rotas,

el timón endurecido... zozobrando.

 

Frente a mí, unos ojos azules

(mi último cielo) dan el marco...

(tal vez aún quede algo);

de todas maneras, ya no importa,

poco falta... es el destino de mi barco:

... el naufragio.