Se entendía la ausencia,
las palabras sonaban huecas
dentro del árbol que cobija
y bajo la raíz de los rosales.
Nuestra flor perdió su primavera.
Los otoños de tus pasos lejanos
precedieron inviernos insípidos y lúgubres ,
el frío caló mis huesos llanos,
la noche reclamaba sendas viejas,
tus manos y la tersura de tus secretos.
Mi dedo trazó tu nombre,
la tierra calcinada escondía las letras,
brotó el agua y la sangre de mis venas
era un tórrido romance que salpicó
doscientas miradas encontradas.
Mis ojos vislumbraron tu sonrisa.
Como en abril después de enero,
me llega constante el palpitar de tu voz,
reviven los cardos que atrapan noticias,
despierta el jilguero y su trino glorioso,
la hierba nos besa los pasos
y de nuevo tu y yo nos encontramos.