Vaya usted a saber cuántas Laura son llamadas
Laura, porque “Un poema para Laura” no era
precisamente un poema para una chica llamada
Laura; llámese Laura a una mujer que
por derechos de autor no podía llamarse Rosa o Paola
aunque me gustase mucho el “Paola”por sus siglas
bien elocuentadas y por esa morfología que hacía que
sonara a “paola” y no a “carmen” o a “dayanna”.
Quiero que entienda con toda sinceridad, Laura, que
su nombre (ese L.A.U.R.A) no era nombre suyo; que
podía sonar tan bien en usted un “Lheylhen” o un
“Jazzel” si así lo quisiera; como también podía gustar
un “Clari” en vez de “Laura”; como podía gustar un
“Poli” en vez de “Paula” («Paula» es un nombre
hermosísimo/«Poli» son dos sonidos bonitos y
elaborados: po-li).
La cosa es tal entonces, Laura, que decidí referirme a
usted por ese nombre porque “Arianna” suena a
guerra muerta, y porque “Isabella” no queda bien
después de una amada o una “Oriana”. Por eso preferí
llamarle “Laura”, Laura (se imaginan una Isabella
Oriana: ya va, espera... ¿qué? ¿“Isa” qué? por favor... O
una Solýmar Adriana... ¡pff!) La verdad es que “Laura”
era perfecto para usted; y porque usted, mi querida
Laura, no era usted, es que le quedaba perfecto este
nombre que sonaba a «laura» pero muy adentro
chirriaba a otra cosa; a un nombre de alguien que
verdaderamente tenía un nombre; tal vez era un
nombre pero al revés, veamos: “A.r.u.a.l”, no, no me
suena, Laura. Su nombre al revés no me suena porque
sería colocar entonces todos los nombres de esas
personas -patas arriba-, porque en «laura» no sonaba
una sola Laura, sino que sonaban muchas Lauras que
cambiaban de identidad para llamarse “Lheylhen” o
“Arianna”.
Usted, Laura, es el producto de muchos nombres
bellos que he conocido, el producto de muchos
sonidos que se han convertido ahora en identidades
organizadas e independientes que buscan a su vez
otras identidades organizadas e independientes para
formar sonidos en palabras que no sean muy
diferentes a “Laura” o a “Oriana” porque a fin de
cuenta son lo mismo.
Este es un poema para usted, Laura, porque como he
hecho un poema para todas las demás lauras sentí la
necesidad de que usted estaba sintiendo la necesidad
de que le dijera “Laura” a la Laura que no es usted y
que en el fondo es tan usted como decir que yo me
llamo Adrian Vladimir y que todas las otras lauras a
su vez suenan tan lindo como decir «paola» o decir
«mochila».
«Un poema para Laura» no es más que un poema
para alguien del quien no me atrevo a decir su nombre
por miedo a que pueda llamarse Läura o LaurÄ›less...
Por miedo a que pueda llamarse Rosa o Clari Sánchez
Guerrero (creo que no era así, tal vez era Arianna
López Gutierrez; no, tampoco: creo que volveré a
empezar)
“Laura” sería un buen nombre para empezar algo que
no se empieza; tal vez con “Paola”, porque ese
nombre me suena a dulces o avellanas.