Dama blanca de pelo marrón, lengua exquisita que llena mi boca en intercambio de seductora sensualidad dulce y delicada.
¡Oh mujer de mis enigmas!
Si pudiera bajar una estrella para darte a conocer por medio de su grandeza el amor que me haces padecer en toda tu existencia.
Adoro cuando mis dedos son la lupa que examinan cada parte de ti, como inmenso telescopio que apunta hacia el cielo descifrándote ciegamente, lentamente, arduamente; tiernamente cada rincón que conforma tu universo.
De repente tu piel se torna roja como pétalos de rosa, hermoso sol puesto en atardecer, tan tersa y fragante como los duraznos dulces del valle.
Hermosa combinación exacta en tu cónstelado cuerpo por cada lunar que en el orbita, dibujando ochenta y ocho partes de tu armadura exquisita regada en todo el fondo del firmamento.
Así de grande eres Atenea, deidad de guerras a la victoria de tu ideal amado que se convierte en hombre.
He de ser la métrica de todas tus pasiones cuando apetitosa sed tienes de ser amor en tu sagrado cielo, cuando me miras sobre la misma almohada tirada sobre la tierra.
Virgen has de ser cuando te niegas, expuesto deseo de participar en tus guerras sobre la tierra del Olimpo.
Hermosa mujer, bella y cónstelada como el versar de Neruda, deidad amada, sueño de estrellas, que si existen en ellas; tatuajes del cielo.
Permaneces perpetuamente, esquizofrénicamente entre mi phrenos y corazón.
Delirios son todos los aposentos marcados por tu fémino ser, morboso deseo de paganos e irracionales humanos que están a tus pies.
Eres tan dulce como la esclavitud del zángano a su reina, e imponente como el hielo en el efímero infierno.
Diosa de amor mítico y platónico, no cabe duda que conocerte es y será la bienvenida al paraíso de tu elycium.
Deidad Atenea mítica de mis amores, estas en cada una de mis plegarias y peticiones a Dios, porque en el confió, y se que en sus manos más has de amarme.
Solo déjame ser tu más devoto y fiel ágapÄ“.
Marc Téllez González.