Flcastro

MonomanĂ­a

Naturalmente me desconozco.

No distingo que parte de mi teme y cual hiere.

¿Acaso es cuestionable un acto sin fe, ni razón?

Bueno, la razón no tiene relación a los temores…

Mucho menos a las heridas.

 

Si es así, sabré bien que no estar aquí siendo el que soy,

no es más que un efecto redactado minuciosamente por múltiples causas.

Es fácil perderse entre el furor de las emociones,

de los sentimientos descontrolados

y del cruel efecto de un corazón palpitante,

expectante, acelerado, amargado por las riendas de lo no evidente,

junto a lazos trenzados de la imaginación,

esos que se retuercen entre nudos que se atascan en la garganta,

que solo terminan en un: ¡Cállate, Te odio!

 

Haciendo alarde de un buen eufemismo, “Detesto las situaciones incómodas”.

Por otra parte: -¡Que haces aquí!.

 

(El tomaba un café con “alguien” más;

Ella entró, pidió un café expreso, después lo miró y se fue.

El la alcanzó dos esquinas después... Ella sólo lo ignoró).