Diaz Valero Alejandro José

Los capullos que no serán flores (cuento)

 

- ¡No puede ser, no puede ser! repetía incrédula la joven Consuelo.

 

- ¡Capullos que no serán flores!, no Dios mío, imposible, todos merecen florecer.

 

Así exclamaba la joven adolescente mientras leía el último libro que había caído a sus manos, el cual se titulaba “Capullos que nunca serán flores” y mientras más avanzaba en su lectura, más grande era su tristeza y tal vez hasta su rabia.

 

-¿Cómo que un capullo no será flor? se seguía repitiendo para sí misma.

 

-Hasta yo misma fui un capullo cuando estaba en el vientre de mi madre y poco a poco florecí, nací como bebé, luego niña y ahora adolescente y pronto seré una mujer… ¡Claro que los capullos florecen, claro que sí!

 

Con esa idea fija en su mente comenzó a buscar las razones que había tenido para escribir su libro. “Nadie puede escribir un libro así sin tener razones poderosas para hacerlo” se decía casi convencida de que el libro estaba en lo cierto.

 

-“Debo descubrirlo, es necesario hacerlo, quiero hacerlo” se seguía diciendo con una seguridad de quien sabe que pronto descubrirá cosas nuevas en la vida.

 

Consuelo en su afanosa búsqueda de las razones que habían motivado a aquel autor, no descansaba en su búsqueda.

-¿Qué tal si le escribo a él directamente y se lo pregunto? , luego con desgano ella misma se respondía, “No, no me responderá, ellos son tan ocupados y seguramente recibirán miles de cartas a diario y no tendrá ni tiempo ni disposición para responder a una joven curiosa como yo”.

 

Así Consuelo seguía pensando la forma de cómo podría investigar por qué los capullos no podían florecer.

 

Así que comenzó a leer libros, incluso el que tenía en sus manos, leyó revistas, periódicos y fue preguntando a las personas allegadas a ella que tenían más experiencia de vida para así poder entender esa situación.

 

Consuelo pudo comprender que hay jardineros que cortan flores junto a sus capullos y truncan la vida de ambos, la de la flor en el esplendor de la vida y la de los capullos que no tuvieron tiempo de convertirse en flores.

 

Finalmente Consuelo también pudo entender que los capullos pueden ser cualquier cosa, un ave, una persona y hasta un sueño.

 

Así, si un pichón pía de hambre en el nido porque alguien hizo daño al ave que anidaba, ese capullo no será flor.

 

Si un niño enferma o sufre daños muy graves a temprana edad, ese capullo tendrá pocas posibilidades de convertirse en flor.

 

Y sí un gran sueño creado por alguien de pronto se ve interrumpido ante la posibilidad de realizarlo, ese capullo tampoco podrá ser flor.

 

Consuelo pensaba: “es cierto que todos los capullos merecen ser flor, y aunque hay algunos de ellos que florecerán, eso nos deja mucha tristeza, pero debemos estar felices y celebrar que la gran mayoría de ellos sí tendrán la oportunidad de florecer y de hecho lo harán, porque mientras haya capullos habrá la hermosa esperanza de verlos florecer”.

 

Y con esa reflexión Consuelo se quedó. Finalmente había entendido que la vida es así, y de igual manera había que vivirla, comprendió felizmente que ella misma era un tierno capullo que había florecido en el jardín de la vida.

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Maracaibo, Venezuela