Camine, nauseabundo por la avenida que marcaste
Con los letreros de neon que salpicaban
Y difundían tu mensaje.
Llorar se convirtió en delito, para no apenarte.
Entre los pasos en zigzag, obligados por la melancolía
Que se hacia presente… a cada mirada de gente extraña,
Acompañada de una sonrisa de pena.
Por el miedo de las manos… que me dejaste desnudas
Al ver sangre asomarse por tus mejillas
Queriendo justificar mis actos
Y olvidar los tuyos.
Pasadas las horas, me vi entre
Recuerdos dañados
Y promesas maltratadas
Comprendí el mensaje… Que de por vida, será la cruz
En la frente… Que de “no merecer nada”,
Había hecho mi fe, concibiendo la soledad
Como parte de mí.
Odiarse, era permitido, para no apenarse.