Ayer he visto como llorabas,
desconsolada y aturdida,
vagando por las calles de la amargura,
y sin ganas de enseñar el brillo de tu siempre dulce y tierna mirada.
Por momentos,
me perdí en el trillo que cada gota cristalina marcaba,
bajando por tu rostro,
sin apenas decir nada,
pero a la vez diciéndolo todo.
Te miré...
busqué encontrar tus ojos,
hundirme en tu mirada y reconocerte,
pero no pude o no supe hacerlo,
y todo pasó.
Al día siguiente,
pasaste por la misma calle,
y coincidimos en el mismo lugar...
sonreías,
cantabas,
y todo a tu alrededor parecía verano,
con el brillo del sol que emanaba de tus lindos ojos.
Hoy...
hoy que tu luz ilumina más que nada,
pude ver tu rostro,
y ya nada quedaba de las lágrimas de ayer.
Y a que se debe ese cambio!
Me di cuenta que perdí el derecho a preguntarte.
Me di cuenta que perdí el derecho a ser parte de tu felicidad.
Me di cuenta de que puedes sonreír,
incluso cuando yo no estoy...
y, aunque el \"mañana\",
estando lejos,
está más cerca que el \"ayer\",
pagaría por regresar a ayer,
cuando llorabas,
y hacer algo más,
que simplemente preguntarme \"que le pasa!\".
Solo el sol de una sincera sonrisa,
puede secar la tempestad de unas tristes lágrimas...
al final del temporal,
te das cuenta de quiénes se mojaron contigo,
y quiénes solo vinieron a secarte las lágrimas.