AMOR A BANDA
Valkirias de cama y cuarto
dos cubalibres de ron-.
Mini short como reclamo
y bragas de quita y pon.
Lleva el sexo depilado,
dispuesto su contador
a marcar lo recaudado
por fingir que eso es amor.
Hay un sin sabor de espanto
cuando acaba la función
porque después que has pagado,
fin de la interpretación.
Un papel, representado,
de caricias de ocasión
y el calor de un cuerpo helado;
todo se nos olvidó.
Pero es que el vino se ha agriado
y en la fruta no hay sabor,
la flor ya se ha marchitado
y es daltónico el pintor.
La Gioconda está llorando
pues su sonrisa borró
un crudo Viento Solano,
más que viento es un ciclón,
en un infantil verano
que no vio salir el sol.
Embalado y cuesta abajo,
con hambre, sed y sudor.
Es mi noche un docudrama
triste y desalentador,
una medicina amarga,
un silencio atronador,
una paloma sin alas,
un pecho sin corazón,
una vigilia forzada,
un paraíso sin Dios.
Ni un gemido, ni un espasmo,
ni una pizca de emoción,
ni tan siquiera, un “te amo”
que suene a insulto al amor.
A los que vamos por sendas
sin sonido y sin color
y, sin relieves ni esencias,
sufrís como sufro yo,
os pasaré una receta
y una que otra dirección
donde, en llegando a las puertas,
sin consultar al doctor
vereis cómo, a ciencia cierta
se alivia nuestro dolor
con sonrisas que despiertan
un aroma embriagador
que sin verdades a medias,
sin sospechas ni rencor
se enredan en las caderas
de un placer devastador.
Y junto a una piel de cera,
olvidados del sudor,
del fracaso y las tinieblas,
la vergüenza y el temor.
Sin prejuicios ni rarezas,
sin pecado ni oración,
sin inciensos y sin velas,
sin milongas ni sermón.
Porque siempre estarán ellas,
firmes al pie del cañón,
dispuestas, lindas y bellas.
Las obreras del amor.
Viento de Levante