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Cupido con sus flechas de oro
lo merodeó, lo tentó,
hasta que le dio de lleno.
Lo sedujo, lo enamoró
y se entregó por entero.
Desnudo, sin protección
creyéndose en el paraíso
fue alcanzado por los dardos
certeros …de la traición.
Y el ingenuo corazón
por las heridas sangrantes
fue perdiendo la ilusión.
Se cubrió con lámina de acero,
desangrándose por dentro,
pero por fuera entero.
Impenetrable pero maltrecho.
De andar seguro, altanero.
Quedaron allí encerradas
en el lustroso metal
suaves caricias de seda
níveos sueños de algodón
sonrisas frescas de río
y cantares de ruiseñor.