Sentenció el hada madrina:
“-esperarás una señal,
un mensaje,
una respuesta,
la tibieza de un amanecer,
el manantial de un atardecer
pero si no llega…
deberás liberar tu corazón
o caerá en pedazos”
Y me vistió de luna,
me rodeó de luz
y me pintó de esperanzas,
tanto… que fui luz,
sol que da energía,
sonrisa que despierta alegría,
que olvida llanto,
que viaja con Morfeo.
Pero sonaron las doce campanadas
y me encontraron descalza,
con la piel desnuda
y con el sol en la mirada,
haciendo primaveras…
La primera…
se llevó mi risa,
la vi flotar como pañuelo al aire.
Con la segunda…
me sembró la tristeza en la pupila.
Con la tercera…
hizo un cuenco en mis manos
que quedó tan hueco
que lo llenó de engaños.
Con la cuarta…
me arrancó el corazón
y me lo mostró desangrado.
Con la quinta…
calzó mis pies
y me quitó la tierra,
me borró los pasos.
Con la sexta…
se deshojó la rosa
y sus pétalos se pulverizaron
al rozar el suelo.
Con la séptima…
me construyó un disfraz
y me vistió de silencios tristes,
de vacíos largos
y se llevó mi voz.
Con la octava…
me hizo una coraza,
para que nada entrara,
para que quedara sola,
del mundo alejada.
Con la novena…
me rezó un rosario,
me contó mis penas
y me sentí ajena al mundo.
Con la décima…
escapó la paloma,
la última que quedaba
y se quedó mirándome desolada.
Con la décimo primera…
se rompió el hechizo,
ya no había nada,
solo este vacío en la mirada.
Y al llegar las doce,
ya yo… no estaba.