Avanzaban las sombras
tétricas y calladas
para enlutar las formas
que dibujaba el alba
y así borrar historias
de dulces madrugadas,
de cánticos de alondra
al son de una guitarra
y entre aromas de rosas,
de cilantro y lavanda,
del paso de las horas
de amor en nuestra cama.
Se instalaron las sombras,
para sembrar cizaña
que creaba zozobras
cercenando esperanzas
y albergaban traidoras,
crueles dudas insanas
de una incesante, sorda
e incipiente batalla
donde un amor que llora,
herido se desangra,
se entristece y se ahoga
por culpa de una infamia.
Se alejaron las sombras
y al sol de la mañana,
cuando el cielo se adorna
con su capa dorada
llevaron las palomas
en sus alas de plata,
sobre valles y lomas,
timbales y dulzainas.
Siempre fuiste mi gloria,
mi dulce prenda amada
pues nunca quise a otra.
Que a ti yo te adoraba.
Viento de Levante