Invoco al espíritu de L.M. Panero. Oh, allí donde mueren los vivos pero resucitan los cuerdos. En ese paraíso luminoso y desértico, tan claro y sin forma apareces sonriente y ya ningún loco te acompaña. En ese lugar no echas de menos a los malos que se hacen pasar por buenos pero dejas reposar tu calma y alumbras con tu alma a aquel que te busca. Como si de un Dios se tratara, tú, mi loco enfermito, estás ahora, como siempre has estado, por encima del cuerpo y por debajo del verso. Si hay un \"yo\" aspira este a adquirir tal cordura de forma similar a la tuya, que no exacta. El \"yo\" que odia al loco que te tratase cual uno más de ellos. Oh, en tu cuerda sensibilidad perfecta, te envidio desde mi loca insensibilidad imperfecta. El yo que aspira a ser poeta, complicándose así la vida, te busca y sabe, te olvida y no sabe. No quisiera dañarte con la espístola que escribe mi pistola. Pues si te envidio es porque sigue mandando la paranoia y se siguen encerrando a los cuerdos. Mas los locos no llegarán a este paraíso en el que no hay vida ni muerte y habitamos sin habitar los \"tú\" y los \"yo\" con actitudes y caras de poetas y alma sin forma, sin forma como tal paraíso.