Me preguntaste
Con bermejo candor:
“¿Me amarás siempre?”.
Te respondí:
“Ni secándose el mar
O se apagara
El astro rey
Mi amor por ti,
Lucero de mi vida,
trastocaría”.
Y alborozada,
Con singular sonrisa,
Diste a mis labios
La clara miel
De tu rico panal
Y el resplandor
De lo celeste
De tus ojos vertido
Me hundió en la gloria.