Raúl Daniel

MADRE SOLTERA

 

Ayer te volví a ver,

subimos al mismo micro,

parecías un caracol

con su casa a cuesta,

el enorme bolso

con pañales... mamadera,

cargando una en brazos

y la otra a tu derecha.

 

Ustedes, las mujeres,

se me hacen heroínas

que fueran de una guerra

que sin armas se pelea,

los hijos, todo el tiempo

colgados o a cuestas

mientras limpian, cocinan,

planchan... etcétera.

 

¡Qué lindas tus nenas!,

bien vestiditas y limpias,

como todos los domingos

a la casa de la abuela,

¡qué lindas tus hijas!,

por las que tanto trabajas

y atiendes solita...

porque eres soltera.

 

Te fuiste del barrio

para acallar las lenguas,

¡no atiendas a eso!,

¡no atiendas a esas

calumnias que la envidia

tejió a tu belleza!

 

Yo no aplaudo lo que hiciste,

pero fuiste valiente,

y, si a la pasión cediste

no te juzgo ni condeno,

tu conciencia es tu juez,

y el esfuerzo que realizas,

tu castigo y tu premio...

tu defensor la vida

de tus dos pequeñas...

 

Cuando ellas te acarician

con sus manitas tiernas,

mitigan tus heridas,

cierran tus grietas,

mientras tanto la raza

humana se estira

en el tiempo y el espacio

a través de ellas.

 

La humanidad le debe mucho

a las madres solteras

(sólo de buenos árboles

la fruta es buena),

y el sacrificio vicario

que realizan las libera

de cualquier cargo,

de cualquier pena.

 

Optaron por la vida...

no abortaron...

por eso, de culpables,

se vuelven heroínas,

¿sabes qué?, ayer al verte

parada en esa esquina,

tuve ganas de besar tus manos

y abrazarte...

 

Madre soltera no es tu título...

tu título es, simplemente, ¡Madre!