En mi camino por la vida, en este peregrinar terreno, me he encontrado tantos caminantes.
Algunos han sido buenos compañeros de camino. Me han ofrecido su amistad, su compañía, su compañerismo. Me han tendido una mano cuando he caído. Han secado mis lágrimas. Han ofrecido su hombro para apoyarme. Me han hecho ver mi realidad, mis autoengaños, mis debilidades y también mis fuerzas, mi valor, mis potencialidades. Han sabido estar “presentes y ausentes”, haciéndome así madurar como persona, como ser humano.
En algún ángulo de mi caminar me he encontrado alguno que me ha ofrecido su amistad, la he aceptado y después de algunos pasos juntos me he dado cuenta que sus intenciones no eras sanas. Ha querido aprovecharse de mí. Por su egoísmo no quería que me relacionara con otros, quería la exclusividad. Me ha querido manipular, todo fruto de su desorden afectivo y psíquico. Dura situación que he tenido que enfrentar alejándome, cortando la relación. Nada fácil. Me ha producido desconfianza de frente a nuevas relaciones. Después estuve tentado a juzgar todo por la última experiencia negativa. No caí en esa tentación.
En algún montículo de mi andar he encontrado otro que me ofrecía su amistad, confié y después descubrí la traición. Cuán dolorosa es la traición. Un puñal que rasga profundamente. Cosas íntimas confiadas, me las encontré en la feria del mercado del pueblo, en el boca a boca, con personas que me señalaban con el dedo. Cruel experiencia que hiere profundamente. ¡Gracias Dios! Sí, gracias, porque con esta experiencia pude descubrir verdaderamente el corazón de la otra persona. Enseñanza fundamental: no te fíes al primer momento. Camina un poco más juntos. Prueba a la persona, después confía. Total, la confianza es un riesgo, que hay que asumir. En una relación hay pocas certezas.
Después de haber cruzado uno de los ríos de mi recorrer existencial encontré alguien sentado, descansando. Me acerqué. Me preguntó si me podía acompañar un tramo. Acepté. Caminamos juntos. Me ayudó en una situación concreta. Confié. Experimenté perfectamente la verdadera amistad. También le ayudé a afrontar tantas cosas en su vida. A cierto punto, sin saber por qué, comenzó a alejarse. Pensé, reflexioné, me pregunté ¿Qué sucedió? Nada. Son esas situaciones que estás en la vida de una persona, das, compartes, ayudas y después hay que seguir el camino. Se van o te vas tú. Llevan algo de nosotros y dejan algo de ellos en nos. Dimos, compartimos y basta. No hay que romperse la mente pensando. Sucedió así y hay que dejar las cosas fluir, pasar.
Atravesando un valle importante en mi viajar, me encontré un hermoso personaje, fascinante, perfecto en todos los sentidos, según mi parecer. Una escritura impecable, una inspiración viva y fuerte, inteligente….al darme cuenta de que no era como pensaba, cuando hizo algo que me afectó, la decepción fue fuerte. Me pregunté ¿Qué sucedió? Yo idealicé. La persona es lo que es. No es perfecta. Yo la elevo, cuando cae y se rompe, la culpa no es suya, es mía, por idealizar. Somos seres humanos. Gigantes con pies de barro. Da el valor justo a lo justo.
¿Qué he aprendido de todo esto?
Que cada relación, sea la que fuere, me ha enriquecido. Ha sido la oportunidad de encontrarme conmigo mismo, crecer, madurar como ser humano. El primer beneficiado he sido yo.
Que las personas cambian, como yo cambio y necesitan su espacio vital. Libertad.
Que abrirme a nuevas relaciones me fortifica.
Que el ser humano no es perfecto, como no lo soy yo.
Que siendo yo mismo atraigo algunas personas y a otras no, se alejan.
Que no debo idealizar a nadie, cada quien es como es.
No privar a otros de mi amistad, de mi cercanía, por experiencias negativas vividas en otras relaciones. Quiero a mis amigos, a los que me aprecian y quiero estar con ellos ya que también me necesitan.
Que la relación es un misterio y como tal, no tengo la capacidad de entenderla fino en fondo.
Que la confianza se gana, no se regala al primero que pasa delante.
Que aún me queda mucho que aprender.