Por mí, deambulé pasillos encantados
con torres enormes, tirando monedas,
velando sus vidas, personas pequeñas.
Cuanto más duro el castigo
más tardaba en amanecer
Luego, estaban los atrapa-sueños
al otro lado de la puerta
con batas blancas,
pegadas a sus cuerpos.
Abriéndonos en canal
el libido de vivir.
Transitábamos miserables.
Vistiendo de gala, bailando sin aire,
ebrios de miedo, sacándonos la piel a tiras.
Debiéndonos la vida.